Antoni Campañà, la guerra dentro de una caja roja

Antoni Campañà

El pasado mes de noviembre, el programa Imprescindibles de TVE emitió el documental La caja roja. La guerra infinita de Antoni Campañà. El fotógrafo catalán Antoni Campañà (Arbúcies, 1906- Sant Cugat del Vallès, 1989) escondió en cajas rojas todas las imágenes, más de 5.000, que realizó durante la traumática Guerra Civil española. Su familia las descubrió de manera fortuita, en 2018, al realizar obras en su casa de Sant Cugat (Barcelona). Y el descubrimiento fue asombroso.

Casi más asombrosa ha sido todavía la revelación del nombre de la miliciana anarquista que Campañà fotografió en Barcelona en 1936, convirtiéndose en una de las imágenes icónicas de la guerra contra el fascismo. Campañà no reivindicó jamás esa foto y, por supuesto, tampoco reveló el nombre de esa mujer. Hoy, casi 90 años después, los familiares de esa miliciana desvelan al nieto de Campañà y comisario de varias exposiciones sobre su abuelo, el nombre de esa joven exultante frente a una bandera de la CNT: Ana Garbín Alonso. Su atónito sobrino, visitante fortuito de una muestra sobre Campañà en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, la descubría de golpe protagonizando el cartel de la exposición.

Núria Ribas / @nuriaribasp

Lo que descubrieron fue la obra ingente de un alma sensible a la que la guerra traumatizó de una manera que solo pudo conjurar a través de su Leica. Campañà lo fotografió todo, lo imaginable y lo impensable: uno de los primeros muertos de la guerra en Barcelona, momias de las monjas expuestas en el convento de las Saleses, en el Passeig de Sant Joan; los refugiados malagueños que llegaban a Barcelona; la ciudad tras los bombardeos; el funeral de Durruti; las tropas italianas desfilando por las avenidas barcelonesas; cadáveres de caballos destripados por las bombas en Plaça Catalunya… Imágenes de ambos bandos, intentando huir del maniqueísmo al que, inevitablemente, abocó la guerra fraticida.

Dice Susan Sontag en Cuestión de énfasis que «las fotografías aportan pruebas -a menudo espurias, siempre incompletas- en apoyo de ideologías dominantes y órdenes sociales existentes. Inventan y confirman mitos y estos órdenes. ¿Cómo? Declarando lo que hay en el mundo, lo que deberíamos mirar. Las fotografías nos dicen cómo deberían verse las cosas, qué deberían revelar los sujetos de sí mismos».

Quizás por eso Campañà, con todas sus contradicciones al igual que su tiempo, quiso fotografiarlo todo, de un lado y del otro, sin concesiones. Quizás porque él, catalanista, republicano y católico, comprendió que no lo conseguiría, al acabar la guerra escondió para siempre (o eso creyó él) las 5.000 imágenes que su objetivo – uno de los mejores de su tiempo – captó durante la contienda.

Que sus imágenes no podían escapar al uso propagandístico de unos u otros lo comprobó él mismo cuando apretó el disparador de su cámara, captando a una miliciana de la CNT en el cruce de la calle Hospital con las Ramblas. La propaganda anarquista lee en esa imagen, correctamente, la sublimación de la lucha contra las tropas franquistas y la reproducen en multitud de formatos. Campañà nunca reivindicará la autoría de la imagen. Hoy, conocemos no solo quién apretó el percutor sino también el nombre de la miliciana anarquista: Ana Garbín Alonso (Almería, 1915 – Béziers, 1977).

Antoni Campañà
Barricada. Calle Hospital, Barcelona, 25 de julio de 1936. Arxiu Campañà
La ilusionante preguerra vs la traumática posguerra

Antoni Campañà se granjeó un prestigio entre los mejores fotógrafos internacionales tanto antes como después de la Guerra Civil. Sus fotos de la guerra, sin embargo, lo encumbran entre los mejores, como Capa, Taro o Seymour.

Antes, en los años ’30, Campañà es de los primeros fotógrafos que experimentan con nuevas técnicas, como el tratamiento con bromóleo, el antecedente, de algún modo, del moderno photoshop: la fotografía se revelaba con bromuro de plata, se blanqueaba y se le aplicaba pigmentos al óleo para hacerla reaparecer consiguiendo nuevas texturas de color y atmósferas vaporosas. Es el pictorialismo, del que Campañà fue uno de los fotógrafos más premiados internacionalmente, siempre buscando esa belleza que él se autoimponía encontrar, casi como una obligación, enlazando de una manera quizás inconsciente con la larga tradición de la estética cristiana medieval.

Campañà fue de los primeros fotógrafos que experimentan con nuevas técnicas como el bromóleo

Sus picados, contra picados y diagonales también se hicieron famosos, en un esfuerzo por buscar nuevos encuadres en sus imágenes y muy influenciado por las corrientes estéticas surgidas en la década de los ’20 y ’30 en Alemania (Nueva Objetividad) y en la Unión Soviética (Constructivismo).

La posguerra fue para Campañà, como para tantos otros, más que traumática. El mundo, tal y como lo había conocido, se desvaneció. La belleza fue sepultada durante décadas y los grises lo inundaron todo. Campañà se reinventó como fotógrafo, siempre con éxito, dirigiendo su mirada hacia la fotografía comercial: automóviles, deportes, turismo (de hecho, junto con el también fotógrafo Joan Andreu Puig, fue el primero en España en producir masivamente postales turísticas en color). Pero ya nunca fue lo mismo.

El documental  La caja roja. La guerra infinita de Antoni Campañà, de Plàcid García-Planas, Arnau González y Toni Monné, busca los posibles motivos por los que Campañà escondió durante décadas, más allá de su muerte, miles de fotografías de la guerra. Las escondió, pero no las destruyó. ¿Por qué?

 

*Más Está pasando: Laura LaMontagne, entrevistaGalerías: la periferia se asfixia sin arte David Bagué, el luthier metafísico 

 

Dejar respuesta

Deja un comentario!
Por favor introduce tu nombre