«Llegué por el dolor a la alegría.
supe por el dolor que el alma existe.
por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía»
Núria Ribas / @nuriaribasp
Hace cien años, un 3 de abril de 1922, nacía en Madrid el poeta José Hierro. Aunque a los dos años, ya sentía en su piel el salobre del Santander cantábrico, que tanto le influiría en su poesía. Poeta de la precisión. Poeta de honduras y de trascendencias sin pedanterías ni arcanos, Hierro fue autodidacta (estudió peritaje electromecánico), vio como la Guerra Civil rompía proyectos de vida, pasó por la cárcel franquista y, a su salida, ya no para de escribir, de fundar revistas, de formar y generar tertulias, de trabajar en editoriales y de dirigir y presentar programas de radio como Aula poética o Las músicas acordadas.
Su poesía, directa y cercana, era en cambio fruto de un trabajo extenuante: podía pasarse años escribiendo y reescribiendo un poema. Caligrafía apretada, en busca de la palabra precisa.
Esta auto exigencia la combinaba Hierro con el disfrute de la vida. Buen amigo de sus amigos, aseguran, divertido y locuaz, por su casa (de Madrid, pero también en la que se construyó en el pueblo madrileño de Titulcia, rodeada de viñedos con los que elaboraba su propio vino) pasaron muchos de los poetas y pintores que destacaron en cada momento. Enamorado del arte, pintaba acuarelas y dibujaba de una manera asombrosa (llegó a diseñar las cubiertas de algunos libros editados por Editora Nacional, donde trabajó).
Aunque galardonado en varias ocasiones a lo largo de su carrera, los últimos años de su vida estuvieron trufados de reconocimientos: Premio Nacional de las Letras (1990); Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1995); Premio Cervantes (1998); Premio de la Crítica (1998); Premio Miguel Hernández (2000).
Hierro fallece en Madrid, el 21 de diciembre de 2002. Su obra es reivindicada como una de las más imprescindibles de la poesía española contemporánea. El obrero todo terreno, el autodidacta, el hombretón calvo de mirada penetrante y mostacho rotundo, sonreiría sin duda satisfecho cien años después de abrir por primera vez sus ojos a un mundo que supo escudriñar y contarnos como pocos.
el obrero todo terreno, el autodidacta, el hombretón calvo de mirada penetrante y mostacho rotundo, supo escudriñar el mundo y contárnoslo
Hasta el 23 de abril, tras su paso por la Biblioteca Nacional (BNE), podremos disfrutar en Santander de la la exposición Cuánto sé de mí. José Hierro en su centenario (1922-2002), en las que un centenar de obras del autor serán expuestas, conjugando los fondos de la propia BNE y de la Fundación Centro de Poesía José Hierro. En la Biblioteca Central de Cantabria.
Bonus: En el año 2003, un año después de la muerte del poeta, nace la Fundación Centro de Poesía José Hierro, en Getafe (Madrid). Dirigida por Julieta Valero, la Fundación resguarda manuscritos de Hierro entre otras pertenencias del poeta. Pero, sobre todo, trabaja para la creación, difusión y fomento de la poesía, del acto poético y de los poetas. Un lujazo.
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