‘Electra destronada’. Lo que nos salva es el tono

Electra Destronada

La plaza invisible aspira a ser como esa sublime «plaza del mundo» de la que habló don Quijote: cabe en ella todo aquel que tenga algo que decir, y que acierte a decirlo con integridad y altura. Somos, desde luego, inclusivos, y lo somos también en lo genérico, alegremente flexibles a la hora de entender como poesía de pleno derecho formas literarias que deliberadamente buscan distinguirse, que tantean otros géneros, que adoptan disposiciones diferentes a la del verso.

No todos los aforismos son poesía, pero sí los que, más inspirados o más torpes, buscan serlo, los que nacen con esa voluntad de no ser prosa, de no ser una sentencia, de no ser un proverbio… Y, entre los que hemos leído últimamente, ningunos nos han gustado tantísimo como los que Eliana Dukelsky ha publicado en Electra destronada, y que hoy celebramos en nuestra plaza.

Juan Marqués / @jmarquesmartin

Electra destronada
Eliana Dukelsky, en un rincón de la plaza invisible / Foto: J.M.

Tras los libros de aforismos La lengua y el espejo (Cuadernos del Vigía, 2015) y Crianza (Cuadernos del Vigía, 2018), el último libro de Eliana Dukelsky (Buenos Aires, 1982) se ha publicado en una colección de poesía (y en una colección, La Gruta de las Palabras, definitivamente importante en el panorama español), pero no es exactamente un libro de poesía ni, desde luego, de poemas, aunque sea poético.

Tampoco es propiamente un libro de aforismos, aunque contiene varios. No es, por descontado, narrativa, aunque en él se nos cuenta una historia y hay claramente, digamos, una sensación argumental. No es tampoco un diario, aunque algo tiene de ello, y no es un libro de memorias, pero sí implica un balance personal, hondamente autobiográfico.

¿Qué es, entonces, Electra destronada? Puede parecer perezoso, por ambiguo o impreciso, etiquetarlo así, pero creo que el mejor modo de entenderlo es, simplemente, como un cuaderno, forma literaria que hay que reivindicar como género. Un cuaderno sería algo parecido al dietario, en el sentido de que también está formado por notas breves y admite casi todo tipo de materiales: un pensamiento, una lista de recados, una reflexión, el borrador de un poema, un sueño, una cita de otro libro, un recuerdo, algo oído en la calle… Un libro, pues, fragmentario, sí, pero completo.

Hay que reivindicar como género la forma literaria del cuaderno

Electra destronada podría servir como ejemplo paradigmático de esto: un cuaderno dividido en trece secciones y formado por materiales muy heterogéneos acaba construyendo un testimonio íntimo muy poderoso. Dejando a un lado el título (que, en todo caso, demuestra hasta qué punto la mitología sigue fecundando la literatura contemporánea), el tema central del libro es el de la emigración, la desubicación, un desarraigo que se corresponde perfectamente con la peripecia vital de la autora, en cuanto a su relativo carácter de apátrida.

Pero enseguida irrumpe el tema de la maternidad para anclarse en ella fundando una nueva patria, un sitio donde construir no solo una nueva familia, ni solo un nuevo hogar, sino también una nueva mirada, una nueva conciencia, una nueva voz, una nueva fuerza individual, privada, al margen de la común.

En el libro, como subtemas, se van añadiendo el narcisismo, y el psicoanálisis, y hay apuntes metaliterarios…, pero la pequeña comunidad de esa familia arrasa con cualquier excesiva preocupación que la autora pueda mantener hacia sí misma. La maternidad, se nos dice aquí, es «presente absoluto», y yo añadiría que tiene además la benéfica capacidad de acabar con todo lo que no es importante o verdaderamente apremiante, de hacer todavía más transparente qué es valioso y qué no tanto. Porque querer y cuidar a niños revela lo intrascendente o por lo menos secundario que es casi todo lo demás.

Sobre la brevedad como forma literaria se han dicho y se dicen muchas tonterías. El laconismo no es ni bueno ni malo por sí mismo, todo depende de la calidad y la verdad que contenga cada pieza textual. Pero hay que arremeter contra ella con seriedad en los casos, tan frecuentes, en que la famosa economía de recursos está directamente relacionada con la pereza, o con la ansiedad editorial. No es, desde luego, el caso de Dukelsky: ella ha llegado hasta la brevedad a través del pensamiento, la reflexión, el reposo… Se nota que ella se queda con lo esencial de lo esencial, y con lo realmente significativo, después de mucho trabajo. Es como aquello con lo que Rousseau culminó una extensa carta: «Disculpe que me haya salido una carta tan larga, pero es que no tuve tiempo para hacerla corta».

Dukelsky ha llegado hasta la brevedad a través del pensamiento, la reflexión, el reposo. ella se queda con lo esencial de lo esencial

«A veces la sinceridad es soberbia, y lo único que nos salva es el tono», afirma Eliana Dukelsky, y es exacto: he aquí un libro ya no salvado sino sostenido todo el rato por su tono, que es certero, delicado y firme, un poco titubeante por inseguro ante la vida pero muy firme ante la literatura. Me tienta citar un montón de fragmentos perfectos, pero no voy a hacerlo, porque, aunque desde luego funcionan independientemente, fuera del contexto que va tejiendo el propio libro pierden algo constitutivo y necesario. Creo que el lector merece leerlos en su lugar, porque ese lugar importa.

Eliana Dukelsky ha inventado, digamos, el auto-aforismo, es decir, el aforismo como género autobiográfico, como forma transparente y muy eficaz de autorretratarse. Y lo hace con habilidad y buena puntería, y, como demuestra el propio texto en bastantes momentos, con alta conciencia literaria.

I.

«Una de las cosas que más nos irritan es que nos expliquen cómo nos sentimos: la omnipotencia sentimental»

II.

«Hay cosas que has soñado que no te perdonas»

III.

«Pocas posibilidades de cerrar etapas vitales tan nítidas como escribiendo un libro»

IV.

«A veces escribiendo poesía, sin darnos cuenta, nos mandamos mensajes para el futuro»

 

*Ficha técnica: Eliana Dukelsky, Electra destronada, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021.

*Más La Plaza Invisible: HerederasLas horas grisesEntrevista a Luisa Castro

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