La Plaza Invisible se enciende hoy para recibir una poesía relativamente oscura, en sus propuestas textuales, pero luminosa en sus intenciones. Nos visita la poeta, profesora, artista y performer Violeta Nicolás (Murcia, 1984), y lo hace con Hielo con espinas bajo el brazo, un libro exigente pero amable publicado en Madrid por Franz.

Juan Marqués / @jmarquesmartin
En algún sitio ha citado Violeta Nicolás (Murcia, 1984) aquella estimulante sentencia de Federico García Lorca que decía que la «poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio», y basta con ver el título de su último libro para comprobar que se la ha tomado muy en serio.
La poesía de Violeta Nicolás es indiscutiblemente difícil, exigente con el lector, pero tiene la decisiva ventaja de ser una poesía risueña, sin ser en absoluto humorística (aunque sí que está espolvoreada con humor, se adivina en el tono, en determinados detalles que hacen que imaginemos a Nicolás diciendo «el mundo que he creado con mis palabras es un poco extraño, sí, pero te incluye y eres bienvenido»). Es una poesía de vocación experimental, pero de actitud hospitalaria. Una poesía compleja, pero amable.
Este Hielo con espinas (Ediciones Franz) comienza muy arriba, literalmente: «Por qué no hablan en la tele de exoplanetas / si hay billones». Es una pregunta importante, y también la que la sigue: «dónde estoy yo». Esa vertiginosa precipitación de lo más sublime a lo más privado, de lo universalmente objetivo a lo individual, de lo eterno a lo íntimo… siempre funciona en poesía. No es el contraste, es la sensación de totalidad.
Hielo con espinas presenta cierta oscuridad en su forma de decir, pero también mucha luz en sus significados, cierta sensación de plenitud e incluso algo de hedonismo: «Horas de cheque en blanco / meditación / mirada en punto de fuga / parte el mar Mediterráneo / brisa salina en el paladar / voz con arcos del primer amor / llama que lame lunar / genera el cambio / manos temblorosas / deseo rodante / jugo de sandía en las dos puntas de la lengua / dividida».
La poesía de violeta nicolás es indiscutiblemente difícil, exigente con el lector, pero tiene la decisiva ventaja de ser una poesía risueña
Los poemas juegan con la disposición textual, con las excursiones a otros idiomas (e incluso a otros alfabetos), con las tipografías, con (sospecho) las falsas citas, con los neologismos, con los tachones, con las cursivas y con las mayúsculas e incluso con la mayor o menor oscuridad de la tinta (el poema de la página 41 acaba diluyéndose en el papel, cada palabra más invisible…), pero todo está el servicio de esa impresión general de relativo contento, de estar viviéndose una pequeña y serena fiesta en el centro del universo.
Pero en el libro también hay memoria, y hay familia, y hay experiencia. No se sumerge en lo confidencial (o lo hace de una forma tan hermética que es imposible el pudor: ella sabe protegerse) pero sí hay reflexión sobre una misma, sí se adivina un autorretrato indirecto, un balance sin conclusiones, una mirada sin moralejas.
Creo que el imaginario infantil fecunda este libro, de un modo difícil de precisar para el lector pero, por otra parte, casi explícito. La mirada hacia arriba no tiene tanto que ver con la astronomía como con la ciencia-ficción, hay una perspectiva, digamos, más creativa que científica, más «huellas de alien» (así se dice en página 33) que astros, más alusiones directas a Expediente X (p. 65) o incluso más citas del guion de Forbidden Planet (p. 67) que visitas al libro de Ciencias Naturales.
Pero si el libro, según vimos, comienza pensando en exoplanetas, contemplando el cielo, termina con el imperativo complementario, que no opuesto: «lánzate al suelo / ovíllate». Todo un programa.
«el mes de julio redondea
la ternura de la carne
surge del sofá
sentada en adherencias con mi piel
blanda se alarga
en una pierna
tuerce y enreda con mi mundo
inclinada al suelo
extrema tejida desnuda entretelas
clava la parada de las agujas
nadie solo tú se detiene a ansiar
en el imposible arreglo mullido
brotan pistilos dulces de aquel enredijo
desde el resorte sabes que no vuelve
retuerce entre el sitio templado
el cojín zurcido con su gracias
antes de marchar
doble costura»
*Ficha técnica: Violeta Nicolás, Hielo con espinas, Madrid, Franz, 2022
*Más La Plaza Invisible: Entrevista con Luisa Castro Las horas grises, de Luis Bravo Velasco