Alfombra roja en la Plaza Invisible para recibir a la directora de documentales, directora de teatro, dramaturga y actriz Susanna Barranco (Barcelona, 1975), que se acerca hasta el barrio de Legazpi con Lana en la garganta bajo el brazo.
El libro, publicado por nuestra amiga Carmen Berasategui en Trampa Ediciones, su sello editorial, es un viaje a través de las raíces familiares y afectivas, pero no sólo hacia el pasado sino también hacia el futuro.

Juan Marqués / @jmarquesmartin
Si el texto de la solapa no se olvida de nada, hacía dieciocho años que Susanna Barranco (Barcelona, 1975) no publicaba un libro de poemas. Y, sin embargo, la percibimos ante todo como poeta, pues, de uno u otro modo es la poesía lo que tiñe todo lo que hace, ya sea su trabajo en el teatro, o sus proyectos audiovisuales, o sus guiones para documentales…
Pero lo cierto es que Lana en la garganta, su nuevo libro, es una especie de cristalización salvaje de una poesía cariñosa y colérica a la vez, unas palabras que necesitaban ser dichas pero que han sabido esperar al momento necesario, al tiempo vital oportuno para sentarse a meditar, a ordenarse, a recordar, a filtrar, a escribir.
es literatura muy consciente, y entre sus páginas se adivina un impulso incontenible, sí, pero también un trabajo elegante
Que el libro es esencialmente autobiográfico es algo tan obvio que no merece la pena ni empezar a ponerse a argumentarlo. Poemas dedicados A mi yaya Natalia, o escritos en una primera persona que, como la de la autora, procede familiarmente de Pescadería, un barrio de Almería cuyo nombre ya es un poema en sí mismo, o la inclusión de autorretratos o incluso el uso de su propio apellido: el sustantivo «barranco» aparece con una frecuencia que no puede ser casual…
Pero, siendo en su mayor parte memoria directa, es literatura muy consciente, y entre sus páginas se adivina un impulso incontenible, sí, pero también un trabajo elegante. Lo dice con una gran imagen en los dos versos con los que comienza el poema aludido arriba: lo que la autora se propone es «Tirar del carro biográfico / por calles empinadas»…
El libro está dividido en tres partes –Lana, Ovillo y Garganta– que no coinciden con los tres bloques en que podría dividirlos o imaginarlos un lector, que son el pasado, el presente y el futuro. Pues el libro, en efecto, atiende a los tres tiempos de esa vida que, casi en streaming, se está haciendo texto en el libro que leemos.
Sobre el pasado, ya lo he dicho, hay viajes retrospectivos al pueblo andaluz del que procede la familia, pero también recuerdos del colegio en Barcelona, o un beso que se lanza a una amiga que se defenestró en la calle Mozart al cumplir los veintiún años. Traumas y luces se mezclan inevitablemente en esas miradas atrás, tan ambiguas como esos besos furtivos entre primos, en «una vida respirada / en la clandestinidad / de la inocencia».
El futuro, como ocurre tantas veces en la poesía que nos gusta y nos importa, viene dado, sobre todo, por los niños, por los hijos, que también son, desde luego, presente, en todos los sentidos de la palabra. Aunque las dedicatorias son más bien paratextos y no conviene sobre-utilizarlas o sobre-interpretarlas en las reseñas, una vez más es un brindis textual lo que ilumina parte del libro, pues la dedicatoria general de Lana en la garganta es para Amat y Jonc, los hijos de Susanna Barranco, cuyos nombres, además, aclaran el sentido del título del poema Amado Junco.
Ese poema culmina con una declaración casi anti-poética, por directa, y sublime, por hermosa: «No hay hecho más hermoso / que ser vuestra / madre». La partición de esos versos es inquietante, sobre todo por cómo queda el segundo, emparentado con otros momentos del libro en los que se aborda la natural ambigüedad de la felicidad de tener niños, esa mezcla de amor definitivo y de sacrificio a menudo desesperante, esa explosión de alegría y ese adiós durante muchos años a la paz: «El tacón me salva de la dictadura del pañal».
Todo el libro, desde ese rótulo, es deliberadamente ambiguo y, digamos, polisémico, poli-sensitivo, poli-interpretable, pero hay por todas partes agarres suficientes para extraer de él su energía
En cuanto, por fin, al presente estricto, al tiempo no del poema sino de su redacción, hay al menos dos ámbitos generales donde se expresa y se desarrolla: el erotismo (pues el sexo es siempre presente, incluso cuando se recuerda o se imagina o se planea o se proyecta…) y el trabajo. Sobre el primero, hay varios poemas explícita e intensamente corporales, o donde se lanzan alguno de esos imperativos que casi nunca enfadan («Haz un lago / con tu saliva / en esa parte / del cuello»). Y los poemas de amor presente, por cierto, compensan los rápidos reproches a un él del pasado (en El tacón). En cuanto al segundo, merece párrafo aparte:
No es que, cuantitativamente, las cosas laborales de Barranco (que también son artísticas, por suerte para ella y para todos) tengan mucha presencia en el libro, pero esas alusiones, cualitativamente, todavía implican un salto perceptible, una nueva muesca en la búsqueda y la conquista de la emoción.
Así, por ejemplo, del rodaje del revelador documental Breathe, Barranco extrajo algo así como un making of que es mucho más, y que, dedicado A las presas de Brians I, ha titulado Brillo. Es el poema que reproducimos completo abajo.
(Y es, por cierto, un compromiso y una atención con los demás que también se trasluce en otras páginas del libro, como en el poema Cruzar los dedos o, de una forma casi prosaica de tan apremiante, en versos de espíritu comunitario, de intervención social constructiva: «El vecino vuelve a chillar / a su padre. / Cualquier día subiré / a pedirle que no lo haga más»).
Otras formas de alabanza del presente están en la observación de lo cotidiano («Por más que intento que renazcan las orquídeas / no lo consigo. / Cada primavera que pasa / brota una flor / en el tallo de mi vientre»), en la pulsión de hacer listas de las cosas pendientes («Cada letra rezuma savia de esperanza / como si en las palabras […] hubiera un poco de quien fui») o en la dicha provocada por el arte de los demás, como el del tan inspirador Hopper: («Si fuera la mujer / que mira a través / de la ventana / sabría descifrar / sin palabras, / la soledad en la luz / de tus lienzos»).
El título general de Lana en la garganta parecía querer expresar una angustia, un amordazamiento, una anulación, y sin embargo, al final, casi muestra más bien su lado hospitalario, maternal, protector. Todo el libro, desde ese rótulo, es deliberadamente ambiguo y, digamos, polisémico, poli-sensitivo, poli-interpretable, pero hay por todas partes agarres suficientes para extraer de él su energía: los cuerpos que abrazar o acariciar, las cosas por hacer, los niños, todo lo que no se sabe y hay que aprender, el asegurarse de que el prójimo está bien, el perfeccionismo en los propios proyectos…
Todo eso, unido al recuerdo amoroso de los ancestros, los orígenes, el mar del sur y el que se tiene al lado… conforman un imaginario privado, y también un ejemplo, una referencia necesaria, un recordatorio constante para quien se propone vivir atenta, consciente, agradecida, vigilante, en una tensión que sea fértil, una violencia que ayude a los demás: «Los veranos de mi niñez / albergan dicha y / un mar repleto / de arrugados gritos / Piedras arrojadas».
BRILLO
Recread vuestro delito,
dije.
Vacilaron a tientas
entre hígado y pulmón
hasta recordar
qué fue lo que las trajo al desierto
de cemento.
En qué momento tuvo fin
el albedrío.
Cuándo y en qué lugar
relucieron con más ímpetu
sus almas por última vez.
Y en sus miradas,
un brillo fugaz
me reveló que,
en cualquier otra parte,
algún día,
Volverían sus átomos a respirar.
*Ficha técnica: Susanna Barranco, Lana en la garganta, Barcelona, Trampa, 2023