Laura Freixas: «Se sigue alimentando el imaginario patriarcal»

Laura Freixas

Acaba de publicar su último libro (A mí no me iba a pasar. Una autobiografía con perspectiva de género) y es una de las voces más activas en la reivindicación feminista desde el mundo de la cultura. Laura Freixas (Barcelona, 1958) es la artífice, entre otras iniciativas, de la asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura, de la que fue presidenta. Escritora, ensayista y traductora, hemos querido recuperar esta entrevista que le hicimos hace ya dos años a propósito de la nueva etapa de La Línea Amarilla y de su último libro. Y, oh, sorpresa, sus palabras siguen teniendo la misma vigencia. Avanzamos, pero muy lentamente.

Loreto Rodríguez / @loretgutierrez

¿Hay conciencia en la sociedad sobre la desigualdad de género en la cultura?

En general nos tenemos que enfrentar a la pregunta de “ah, ¿pero hay desigualdad?” con demasiada frecuencia. Yo admiro mucho la eficacia de la labor del patriarcado para hacer que no veamos lo evidente, para crear un espejismo de igualdad tras el que ocultar unos datos flagrantes. Existe el convencimiento generalizado de que si hay un ámbito en el que reine la igualdad, la libertad y el happy flower es en el mundo de la cultura, y eso es absolutamente falso. Por aportar algunos datos: de todas las películas españolas rodadas entre 2000 y 2006 solo el 7% fueron dirigidas por mujeres, y el Premio Nacional de Narrativa hace veintiún años que se otorga a un escritor varón, la última mujer que lo ganó fue Carme Riera en 1995.

Otra constante es que en la historia de la literatura las mujeres suelen aparecer reducidas a compañeras o musas de los autores masculinos…

Sí, siempre. Y para desmontarlo, en nuestra asociación Clásicas y Modernas pusimos en marcha un ciclo llamado Ni ellas musas ni ellos genios. Conferencias sobre parejas de intelectuales o artistas, con el foco en las mujeres para cuestionar ese prejuicio patriarcal de que en una pareja a priori él es el genio y ella es la musa, cuando casi siempre en la práctica termina siendo la enfermera, secretaria, ama de llaves, cocinera y niñera.

¿Qué papel juegan asociaciones como Clásicas y Modernas, FEDEPE o CIMA, que agrupa a mujeres cineastas, en esta batalla contra la desigualdad?

Desde hace unos quince años, tanto en España como en otros países han surgido muchas asociaciones de mujeres del mundo de la cultura.  El motivo está en que nuestra generación, yo tengo 61 años, creyó en la promesa que se desprendía de la consagración del principio constitucional y de la igualdad  de derechos, política y educativa. Creímos que se traduciría en una igualdad real y hemos visto que no, que era falso.

¿No hemos avanzado?

Hemos avanzado, pero seguimos muy lejos de esa igualdad real que además ni está ni se le espera, porque no solo no la tenemos sino que no avanzamos automáticamente hacia ella. Y nos hemos dado cuenta de que quizá la pieza que faltaba era la cultura: mientras se siga alimentando el imaginario patriarcal, mientras se siga presentando a los hombres como potenciales héroes y a las mujeres como niñas un poco tontas y siempre dependientes, es muy difícil que consigamos cambiar la realidad.

En el mundo real tenemos a un individuo como Donald Trump que ha llegado a presidente de Estados Unidos…

Para mí Trump es un buen ejemplo de esto. Cómo puede ser que tanta gente confíe en un hombre evidentemente incompetente, irresponsable y muy limitado intelectualmente, si no fuera porque está sostenido por ese imaginario de la cultura patriarcal que da autoridad a los hombres e incita a confiar en ellos. Yo cuando veo a Trump veo a un chisgarabís, pero una parte de la sociedad estadounidense se ve reflejada en ese patrón imaginario.

La incorporación del lenguaje inclusivo al discurso político como seña de igualdad ha generado mucha polémica y artículos encendidos que denigran su uso. ¿Cuál es su opinión?

El lenguaje no es mi especialidad, pero sí quiero pronunciarme a favor de encontrar un equilibrio, y para eso lo primero que necesitamos es un debate que no está teniendo lugar. Se repiten desde hace años los mismos argumentos sin siquiera rebatir o conocer las razones de la otra parte, solo hay caricaturas y ridiculizaciones. Hace falta un debate sereno. Hay unas líneas políticas por un lado y una opinión publicada por otro, ¿por qué no podemos sentarnos tranquilamente para exponer los argumentos a favor y en contra y hablarlo? Eso es lo que yo reclamo.

¿En la programación de los centros de creación y de difusión cultural de Madrid como Matadero o La Casa Encendida hay también un desequilibrio de género?

No quiero contestar sin datos, porque una las cosas que defendemos es que no se puede hablar de oídas. Pero hemos investigado la programación de algunas entidades culturales y los resultados en casi todos los casos, salvo honrosas excepciones como el MUSAC de León que demuestran que sí se puede, son siempre los mismos: una proporción de 85-15 a favor de la representación masculina.

Hay algo que llama la atención en la breve biografía que aparece en su página web: al final hace una llamada a que incluyan su fecha de nacimiento siempre que la citen, ¿por qué?

Eso es porque al principio cuando me presentaban decían «Laura Freixas nació en Barcelona 1958 y estudió en tal«, pero a partir de algún momento empezaron a omitir mi fecha de nacimiento, igual que se elimina de la solapa de los libros a partir de cierta edad cuando las autoras son mujeres. A los hombres los años los revalorizan porque les aportan autoridad, conocimiento y experiencia, pero parece que a las mujeres los años solo les quitase sin aportar nada. Por eso yo quiero reivindicar mi edad.

Una de las iniciativas que también ha impulsado es El Día de las Escritoras. Este 2019, ha llegado a su cuarta edición. Además del sentido reivindicativo, ¿qué otros objetivos persigue esta iniciativa?

Tiene por finalidad visibilizar a unas escritoras y unas obras que apenas figuran en los libros de texto, devolverles el lugar que les pertenece y al que tienen derecho. También persigue la igualdad de oportunidades y de reconocimiento en la cultura. En un plano más general, busca reconocer a las mujeres como maestras en cuanto figuras de autoridad, que es una posición que casi nunca tienen en la sociedad. Basta fijarse en qué pocos modelos tenemos de mujeres mayores con autoridad frente a la omnipresencia de figuras masculinas. Como dice Amelia Valcárcel, no hay una gerontocracia femenina.

Y en las películas, cuando aparecen figuras femeninas poderosas siempre son negativas: está la mujer poderosa sexy como aliciente erótico para el héroe, o la mujer poderosa maléfica, presentada como manipuladora odiosa que tiene un poder ilegítimo cuyo ejercicio tiene consecuencias nefastas.

¿Nos recomendaría un libro de una de estas escritoras que buscan visualizar?

Tea Rooms. Mujeres obreras, de Luisa Carnés. Es una autora española activa en la República, proletaria, con conciencia feminista y de clase, que en 1934 escribió esta novela autobiográfica sobre una joven madrileña que trabaja unos meses en una pastelería de la Puerta del Sol y relata el mundo que la rodea, la desigualdad, el desamparo, pero con una conciencia de la desigualdad de género que no suele encontrarse en otras novelas de la época, porque son temas que no se mencionan en la literatura escrita por hombres. Es una buena novela, muy bien escrita, que se reeditó hace un par de años.

 

 

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