El primer libro de poemas de la periodista Marisa Adal (Talavera de la Reina, 1975) ha merecido ya una reedición, pero ninguna reseña, de modo que nosotros desde La Plaza Invisible, siempre dispuestos a abrir caminos (que no tanto debates), nos lanzamos encantados a ello.
Y lo hacemos sobre todo porque Margen de error, publicado en Toledo por la Editorial Juglar, es un libro variado, maduro y agridulce que no sólo nos da juego (aunque pueda ser «el juego de hacerte el muerto…»), sino que es, en sí mismo, un modo diferente de jugar.

Juan Marqués / @jmarquesmartin
De la periodista Marisa Adal (Talavera de la Reina, Toledo, 1975) conocíamos hasta ahora la que, distribuida en una fecha tan poco oportuna como marzo de 2020, fue y es su primera novela, publicada en Cádiz por la editorial Cazador de Ratas, Todo forma parte del plan.
Todo forma parte del plan, en la que un músico lograba merecer una reconstrucción personal y alcanzar una estabilidad aceptable a través de complicados rodeos alcohólicos y sentimentales, era una narración en la que había guiños explícitos a poetas como Miguel Hernández, Luis García Montero y Abraham Gragera pero que, desde su dylaniana cubierta, era sobre todo muy (pero que muy) deudora del imaginario de muchas canciones y de algunas películas.
Y algo de esa leve pero militante y consciente mitomanía ha saltado ahora a Margen de error, el primer libro de poemas de Adal, publicado también en un marzo que, sin embargo, ha dado paso a una primavera mucho más feliz. Y lo de la mitomanía madura, si se acepta el oxímoron, no lo digo sólo por la cita de Nacho Vegas que da paso a la tercera sección, o al título de poema compartido con las Cenizas en el aire de Ariel Rot, sino por el espíritu más o menos secreto de sus páginas, por los temas y tonos que, con seriedad, atraviesan un libro variado, reposado y ambiguo, equidistante entre la plenitud y la decepción, entre la felicidad y los disgustos.
Una niña que, durante ese aludido confinamiento, juega en el balcón de su casa, funciona como un símbolo de lo que con mayor desnudez se declara en poemas titulados Volver a nacer, Celebración o Nuevo. Este último dice: «Lo principal en este tiempo / enraizado en la prudencia y la ternura / es no dejar a la intemperie lo vivido. // Trazar mapas distintos / a las fronteras conocidas. // Mínimas islas decoradas / con objetos elegidos a conciencia. // Forjar una sabiduría nueva / y una nueva memoria / impregnadas de futuro».
Sereno y tumultuoso, herido pero bienhumorado, testimonio de una experiencia que añora la inocencia
En el otro lado, hay otros poemas titulados Sombra, Identidad perdida o El fin del mundo, que hacen que «la luz en horas bajas», sea como sea, contraste con la respuesta que en el poema homónimo se da al título general del libro: «¿Margen de error? / Cero». No hace falta que Adal ponga ese cero entre alegres exclamaciones para que las notemos y para que se impongan.
El libro contiene, entre alguna tímida tentación de autorretrato, poemas de exaltación y poemas con rencor (tremenda la dureza de esa Elipse, o de Naturaleza humana, donde lo mejor para el lector es saber que no ha sido él quien lo ha inspirado…), observación atenta de los hijos (como en Discurrir, el poema que, dedicado a su hija, reproducimos completo abajo) y versos aún más emocionados dedicados a la memoria del padre: «Me he propuesto llevarte de vuelta a casa. / Pasar la mañana del domingo contigo, / tan soleada como en el recuerdo. / Jugar a darte miedo, / a hacerte cosquillas, / y enfadarme mucho contigo / por llevar demasiado lejos / el juego de hacerte el muerto».
Como bien dice en su prólogo el poeta Álvaro Hernando Freile, en estas páginas está «todo al servicio de la confidencia», y en él la vida se nos brinda «en forma de memoria, de recuerdos que requieren ser narrados, explicados, reinventados para servir a la verdad». Pero, como sucede con muchos primeros libros, escritos tal vez a lo largo de bastante tiempo, aquí hay una notable diversidad, de modo que esa «verdad», como el demonio, es un poco legión.
En este libro listo y cariñoso que es Margen de error, me parece que las tres secciones (delgadas la primera y la tercera, populosa la central) intentan dividir no asuntos pero sí miradas, no actitudes –pues en eso el libro es bastante unitario– pero sí perspectivas: lo más familiar se distingue de lo abstracto, los versos más terrenales o los dirigidos a personas concretas quedan separados de los que buscan y consiguen un vuelo, digamos, metafísico: «Borrarme como el mar en su horizonte / y, desde el puesto de vigía en tierra, anclar mis pies / al sendero que los sostiene»).
Sereno y tumultuoso, herido pero bienhumorado, testimonio de una experiencia que añora la inocencia…, Margen de error es un debut que llega exactamente a su momento, en su tiempo, locuaz y puntual, sobrio y sonriente. No preguntes qué sucede en él, o de qué va, o qué quiere decir: es nuestra vida, somos nosotros y es hoy, transcurriendo: «Sucederá la vida, / inmersa en una revolución que no se agota».
DISCURRIR
Qué extraña sensación
salirte de ti misma sin permiso.
No sentir familiar la melena ondulada,
los ojos que no sabes a quién debes.
Las múltiples maneras de estirar tu sonrisa
y volverla sobre sí.
Eres la esencia que desprendes.
Fluir honesto, sin impostura.
Reúnes la gracia de lo sencillo,
la efervescencia de lo reciente y temprano.
Qué extraña emoción observarte
doblando las esquinas,
sin temblor alguno,
plena de arrogancia juvenil.
Abstraída en tus cosas,
ajena a la silueta que trazas en el aire
cuando entras en él de lleno,
quebrándolo en millones de partículas.
Alzas el vuelo
y, desde una perspectiva escogida al azar,
te contemplas con la curiosidad que otorga
no reconocerte en tu piel.
*Ficha técnica: Marisa Adal, Margen de error, Toledo, Juglar, 2023. Prólogo de Álvaro Hernando. Ilustraciones de Ana Gutiérrez.