María Blanchard, el compromiso silenciado

La Bordadora (1924-1925), de María Blanchard

¿Cómo es posible que todavía tengamos que reivindicar a una figura imprescindible del movimiento cubista internacional como la santanderina María Blanchard? En colegios e institutos se sigue insistiendo hasta la saciedad en Picasso, Braque y Gris – nada en contra –, sin siquiera mencionar a esta mujer menuda, con una fuerza imparable y una coherencia artística inamovible, tanto en tiempos de elogio como de escarnio.

Núria Ribas / @nuriaribasp

María Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932) no solo estuvo a la altura de sus colegas vanguardistas del periodo de entreguerras: fue decisiva en las elaboraciones doctrinales del nuevo cubismo. Muchas de las discusiones que forjaron el paso de ese primer cubismo analítico al cubismo sintético acababan a altas horas de la madrugada en el estudio de Blanchard en Montparnasse. Confidente y amiga del alma de Juan Gris, cuando los manuales recuerdan esta evolución del movimiento cubista, la mayoría de las veces solo mencionan al propio Gris, Picasso, Braque o Léger.

María estaba ahí. Y lo estaba con toda la fuerza creativa – y vital – que la definió desde bien joven. Es su determinación y su búsqueda de un refugio a su dolor el que hará que se convierta en una de las pintoras más extraordinarias del siglo XX.

Conexiones y coherencia

Hay varios hilos de los que podemos tirar reivindicando a Blanchard. Uno de ellos, es especialmente significativo, porque une a dos de las artistas que más lucharon por tener un estilo propio y destacar en un contexto claramente masculino. La conexión entre María Blanchard y Frida Kalho (Coyoacán, 1907-1954) es extraordinaria. Ambas encuentran en el dibujo y la pintura la escapatoria de un dolor lacerante que la mala suerte les infringiría desde pequeñas (la madre de María se cayó al bajar de un coche de caballos cuando estaba embarazada y eso provocó en María una doble desviación de columna que deformó su cuerpo con una dolorosa joroba); ambas sufrirían por este motivo el escarnio y la burla de sus compañeros de colegio; ambas plasmarían ese dolor en sus cuadros, de manera más o menos simbólica. Y ambas buscarían su propio estilo, que devendría inconfundible.

Una conexión más e inesperada: cuando Blanchard llega a París en 1907, traba amistad con una joven artista rusa, Angelina Beloff (1879-1965), esposa en aquel tiempo de… Diego Rivera, futuro marido de Kalho.

Con él se reúnen en Londres María y Angelina, donde pasan una breve temporada. Los tres regresan a París. Y será entonces cuando Blanchard entre en contacto con los pintores cubistas y empiece a desarrollar un estilo propio. Primero, manteniendo la figuración como parte de su propuesta, como en La Comulgante (1914). Luego, evolucionando hacia el cubismo sintético, con producciones apreciadas rápidamente por sus contemporáneos.

La Comulgante, 1914, de María Blanchard. Museo Reina Sofía
‘La Comulgante’ (1914). María Blanchard. Museo Reina Sofía

Ramón Gómez de la Serna incluye a Blanchard en la exposición “Los pintores íntegros” (Madrid, 1915); es elegida para la muestra “Cubismo y neo Cubismo” (Bruselas, 1920); y también en 1920 para la exposición en la Sala Dalmau de Barcelona, “Exposició d’Art Francès d’avantguarda”. De esa época es, por ejemplo, Naturaleza Muerta Cubista (1919), que podemos admirar en el Museo Reina Sofía.

Sin embargo, Blanchard evoluciona. Abandonará la faceta sintética del cubismo de entre guerras y abrazará el movimiento denominado Retorno al orden. En su caso, será un regreso a la figuración sin renunciar a elementos cubistas. Uno de los mejores ejemplos es La bordadora (1924-1925).

La Bordadora (1924-1925), de María Blanchard
‘La Bordadora’ (1924-1925). María Blanchard. Museo Reina Sofía

El star system -masculino- del momento no le perdona salirse del redil, tener voz propia, y del elogio pasa rápidamente a ser repudiada por la vanguardia parisina. Blanchard regresa a las penurias económicas del principio de su carrera. La muerte de su gran amigo y confidente Juan Gris, en 1927, la empuja a refugiarse en la religión y abraza un misticismo que se reflejará en su obra.

Como en La Bretona (1928-1930). El rostro de la mujer transmite todo el dolor de una Blanchard cada vez más sola, más aislada, enferma de tuberculosis y buscando respuestas en el más allá hasta su fallecimiento, en 1932.

La Bretona (1928-1930), de María Blanchard
‘La Bretona’ (1928-1930). María Blanchard. Museo Reina Sofía

Afortunadamente, tras un largo silencio, ha habido varios intentos de recuperar su figura y su obra para el gran público, especialmente de la mano del Museo Reina Sofía. Este le dedicó la primera exposición monográfica…¡en 2012!

Desde entonces, Blanchard es periódicamente reivindicada por el mundo cultural, pero, como es obvio, hasta que no se incluya a esta pintora en el temario de nuestros colegios e institutos el gran público seguirá reconociendo a Picasso, pero no a Blanchard. Solo hace falta echarle un vistazo al temario de Geografía e Historia de las oposiciones para profesores/as de Secundaria a la Comunidad de Madrid en 2018…sin comentarios.

*Para saber más:

El cubismo en la cultura moderna, curso online gratuito organizado por el Reina Sofía y la Fundación Telefónica.

Comentario sobre la obra de Blanchard, Mujer Sentada (1928), en la web del Museo de Bellas Artes de Bilbao, que incluye una bibliografía seleccionada sobre la pintora santanderina.

 

1 Comentario

  1. Me sorprende lo que dice del temario de las oposiciones de geografía e historia de secundaria en Madrid, ya que no existe temario oficial en ningún sitio de España, se lo elabora cada opositor. Habrá querido decir el temario de alguna academia en concreto, no?

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