Núria Graham (Vic, Barcelona, 1996) acaba de publicar Cyclamen, su cuarto trabajo, un disco melancólico y al mismo tiempo optimista que ha hecho avanzar a la artista por el sendero del jazz. Sus canciones acaban de pasar por el festival madrileño Inverfest y hoy, 3 de marzo, inaugura el Festival Hivernacle de Vilafranca del Penedès (Barcelona), junto a Carlota Flâneur y Brave Coast DJs. Luego vendrá un gira norteamericana, para terminar recalando en las tres sedes del Primavera Sound (Barcelona, 3 de junio; Madrid, 6 y 10 de junio; y Porto, el 9 de junio).
Gema L. ALbendea / @GemaLAlbendea
El Cyclamen es una planta típica de los bosques mediterráneos que suele florecer en invierno, con frío y sombra. Pero también es el nombre del cuarto álbum de Núria Graham que, al igual que el vegetal homónimo, ha florecido hace apenas unas semanas en nuestros reproductores de música, en este frío invierno que estamos teniendo.
Aunque no pide riego, sus canciones necesitan una escucha detenida y, a ser posible, en un entorno de paz y sosiego. Son composiciones lentas, melancólicas, pero que buscan ser optimistas con una gran riqueza instrumental: flauta, arpa, fagot, saxofón, violín, chelo o piano se unen a las habituales combinaciones de batería, bajo y guitarra.
«Son instrumentos que no controlo mucho pero que tenía ganas de investigar, siempre con curiosidad. Sonoridades que siempre me han gustado y con las que quería experimentar. Sobre todo con el piano, un instrumento que no controlo pero del que me he enamorado», nos explicaba Graham poco antes de su concierto en el Inverfest.
Hoy, 3 de marzo, abre el Festival Hivernacle (Vilafranca del Penedès, Barcelona) y unos días más tarde cruzará el charco hasta Nueva York, Los Angeles, Toronto y Texas. «El formato aquí es un poco más reducido al que llevo en los conciertos que se hacen en territorio nacional, aunque en esta ocasión sí que vamos a añadir la batería, un elemento más rítmico», aclara.
La cantautora catalana, que de alguna manera traslada a sus canciones sus raíces irlandesas por parte de padre, también tiene prevista una actuación en una iglesia de Londres, y estará presente en los Primavera Sound de Barcelona, Madrid y Oporto. «Las canciones son muy adaptables, capaces de mutar en función del sitio en el que vamos a tocar. Hay que saber aprovechar las oportunidades que te ofrece el propio espacio. Por ejemplo, en el caso de la iglesia, creo que va a ser un concierto muy mágico. Su sonoridad va muy acorde con la temática de este nuevo disco por la paz que aporta el propio lugar».
Menos sosegados serán sus directos en Primavera Sound, un encuentro emblemático para la capital catalana que este año vuelve de nuevo a Portugal, además de expandirse por primera vez hacia Madrid, a pesar de las rencillas territoriales. «Es una alegría que siga creciendo, mientras no se vaya de Barcelona estaremos contentos. Llevo yendo desde los 16 años, he estado en las últimas diez ediciones y en él he conocido muchísimas bandas, grandes y pequeñas», reconoce la artista.
Naturaleza, catástrofes…y Nápoles
En cuanto a las letras del nuevo disco, Graham introduce un buen puñado de referencias naturales y geográficas: girasoles, peces dorados, hombres pájaro, caballos, espacios acuáticos, volcanes que explotan, transformaciones forzadas, ansia de cambio… y Nápoles. «Yo misma me he sorprendido de que el escenario de este disco se haya concentrado en esta región, empezando por la isla de Procida, que es la que inspira su arranque y su cierre», confiesa Graham.
«a pesar de que se habla de desastre y caos, creo que este disco se ha convertido en todo un ejercicio de optimismo»
La ciudad del Vesubio también está en canciones como Disaster in Napoli, que habla de un desastre emocional que tuvo lugar ocho años atrás en la vida de la artista en esta misma región. O Fire Monuntain oh Sacred Ancient Fountain, que se fija en la imponente presencia de la montaña de fuego, «un volcán dormido, pero que rebosa energía y que forma parte del círculo de la naturaleza del lugar». La portada del disco transmite esa fuerza, creada a partir de una fotografía realizada en la Torre del Greco por Ingrid Ferrer Homs y que nos traslada hacia una realidad paralela del caos napolitano.
Graham tiene claro que la realidad napolitana le ha servido «como escenario para plantear la narrativa del disco, que también buscaba plasmar la naturaleza humana después de estos tres últimos años. He sentido la necesidad de observar mucho, de no juzgar, de hacer un ejercicio de empatía general, porque han sido unos años bastante oscuros en las relaciones humanas. Gracias a ello, y a pesar de que se habla de desastre y caos, creo que este disco se ha convertido en todo un ejercicio de optimismo», explica.
Nuevos aprendizajes
Además de esa labor de observación, este trabajo le ha servido a la artista para reinventarse y recabar nuevos aprendizajes, por ejemplo, en el campo de la producción. «Hasta ahora había coproducido con Jordi Casadesús, que ha sido siempre mi mano derecha en los antiguos discos y en los directos, y con Joan Pons. Estoy muy orgullosa de lo que hemos hecho juntos, pero tenía la necesidad de meterme en el fregado yo sola, sentir la emoción, el riesgo», confiesa Graham. De cómo se ha sentido en esta nueva tesitura, la artista lo resume como «estar a merced de las canciones. He tenido la sensación de que producir es eso: hacer lo que me pedía cada canción. No siempre quien te acompaña en esta labor tiene clara la idea que se quiere plasmar en un disco. De esta manera ha sido más fácil dar con el resultado deseado».
Al mismo tiempo, Graham ha querido experimentar con sonidos clásicos y cercanos al jazz, después de una época pop en sus tres discos anteriores (su primer largo fue Bird Eyes, en 2015). «Cuando estaba escribiendo no tenía claro el sonido ni la estética. Yo escucho muchísima música de diferentes estilos, y lo que hago me sale sin pensarlo mucho. Aunque lo cierto es que tenía mucha curiosidad y ganas de investigar con sonoridades que siempre me han gustado». Esta curiosidad la extiende a otros instrumentos más allá de la guitarra, el bajo y la batería. «Si hubiera sabido tocar algunos de los instrumentos que aparecen en el disco habría sido más fácil comunicar el desarrollo de cada canción. Menos mal que para poner cada cosa en su sitio conté con la ayuda de mi amiga Elena Cánovas. Y también con la experiencia de todos los músicos que han participado en el disco. Para mí grabarlo ha sido como una masterclass», asegura.
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