Para la gente mediterránea, un patio, una pared blanca retando al sol y un olivo no son cuestiones accesorias. Son la columna vertebral de nuestra esencia. Y Josep Lluís Sert (Barcelona, 1902-1983), a pesar de llevar viviendo décadas en Estados Unidos, seguía soñando con esa luz natural y con ese patio central que organiza el espacio cuando Joan Miró le encargó, por carta, un edificio que debía albergar su fundación.
Cuando se cumplen 40 años del fallecimiento de Sert, justo hoy 15 de marzo, nos acercamos a la figura del arquitecto catalán a través del que sería uno de los edificios más relevantes de la segunda mitad del siglo XX en Barcelona: la Fundació Joan Miró.
Núria Ribas / @nuriaribasp
Tenía que ser más que un museo para exponer de manera permanente la obra de Miró, más que un auditorio, más que un archivo. Tenía que serlo todo. Miró quería un espacio donde también tuviera cabida la experimentación y las distintas formas de expresión artística, como el cine, la música o el teatro. Y debía estar en la ladera de Montjuïc, entre el verde del parque y con Barcelona a sus pies.
Cuando en 1968 Joan Miró le plantea por carta su idea a Josep Lluís Sert, el arquitecto barcelonés es uno de los grandes referentes de la arquitectura moderna, especialmente en Estados Unidos, donde construiría prácticamente toda su obra tras su exilio en 1939 (el régimen franquista le prohíbe ejercer de arquitecto en España: había sido el co-autor del Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París en 1937 donde se expondría por primera vez el Guernica, de Pablo Picasso), pero también en Francia y Alemania. No así en Catalunya y España, donde apenas tenía obra propia.
Pero eso no significa que Sert no fuese conocido entre la generación de arquitectos catalanes de los 50 y 60, esa segunda generación que buscaba incesantemente la modernidad en sus diseños. Sostres, Moragas, Coderch y, un poco más jóvenes, Bohigas, Giráldez, Martorell, recuperaban desde el llamado GrupR la línea iniciada por esa primera generación moderna de los años 20, que se inspiró en Le Corbusier, Mies Van der Rohe o Walter Gropius. Sert, en sus inicios, que coincidirían con la explosión de libertad intelectual de la II República, bebe sobre todo de Le Corbusier, con quien trabajaría en París durante un año.
Cuando la modernidad interpela a la tradición
Joan Vitòria es arquitecto y co-fundador de El Globus Vermell, un colectivo que va mucho más allá del trabajo de despacho tradicional, apostando por el ámbito educativo y la divulgación del patrimonio arquitectónico y urbanístico (maravilla absoluta son sus guías, entre ellas, Arquitectura de Vanguardia en Barcelona. Josep Lluís Sert y el GATCPAC). Vitòria, además, es el responsable de las visitas guiadas que El Globus Vermell organiza a la Fundació Miró.
«Dentro de todo este ecosistema de la modernidad», explica, «Sert fue seguramente el más destacado, el que tenía más habilidades sociales, ya que venía de una familia aristocrática, con muchas posibilidades y un legado de relación con el poder y la alta sociedad, aunque él desde luego era ideológicamente progresista. Se trata de una modernidad arquitectónica claramente influenciada por Le Corbusier. Sert estuvo trabajando con él un año al acabar la carrera en París. Lo marcó toda la vida».
sert tendrá dos grandes influencias: le corbusier y la tradición mediterránea
Aun así, Vitòria destaca otra influencia decisiva y probablemente más importante para Sert: la tradición mediterránea. «Hay diversos elementos que Sert recoge de esta tradición local mediterránea y que los plasma en sus proyectos, como es el uso del patio central. Lo vemos claramente en la Fundación Miró, el Pabellón de la República o la Casa Bloc. Un patio central muy nuestro, que ya encontramos en las casas romanas, en los palacios árabes, en multitud de proyectos a lo largo de la historia en ambas orillas del Mediterráneo. Sert lo perpetua con un lenguaje mucho más contemporáneo».
A supeditar la forma a la función de cada espacio, Sert añade como marca de la casa la conjugación de distintos materiales. Otra vez aparece la tradición recuperada desde la modernidad. «Por un lado, Sert usa el hormigón armado, que es el material típico de la modernidad. Y lo combina con otros materiales mucho más humildes, mucho más tradicionales como la cerámica y con técnicas también muy clásicas, como la bóveda catalana», señala Vitòria.
1968: la Epístola
Ese año, una de las cartas que habitualmente se intercambiaban el genio pictórico – Miró – con el genio arquitectónico -Sert- desembocaría siete años más tarde en uno de los edificios más visitados de Barcelona. Si la Pedrera y la Sagrada Familia son iconos del Gaudí modernista, la Fundació Miró es el referente del Sert vanguardista.
«Es el primer edificio que Sert realiza en Barcelona desde que se exilia a los Estados Unidos en 1939», contextualiza Joan Vitòria. «Representa el retorno del gran arquitecto catalán del siglo XX. Justo además cuando muere Franco». Se cierra el círculo de una ruptura impuesta por el fascismo.
en barcelona, Si la Pedrera y la Sagrada Familia son iconos del Gaudí modernista, la Fundació Miró es el referente del Sert vanguardista
Diseñada por carta (Miró y Sert piensan la Fundació Miró a través de un intercambio epistolar) ejemplifica muchas de las líneas de trabajo del arquitecto catalán. De entrada, el edificio está construido solo con hormigón armado.
«Es muy radical en cuanto al uso del material», apunta Vitòria. «Está hecho completamente de hormigón. Y blanco. Todo blanco, por dentro y por fuera. ¿Para qué? Es blanco por dentro para que los cuadros, las esculturas y los tejidos luminosos y coloridos de Miró puedan resaltar. Y es blanco también por fuera para que el propio edificio resalte entre el verde del parque en el que está ubicado».
El blanco radical es también un fiel aliado de esa luz mediterránea que Sert busca potenciar. La luz natural es usada en la Fundació Miró de forma intensa, a través de lucernarios que se repiten en los distintos volúmenes cúbicos en los que se desmiembra el edificio, cada uno de ellos con distinto volumen según la función que tuviera. De nuevo, la forma se supedita a la función, nunca al revés.
Y claro, el patio. Ese patio central (en el caso de la Fundació Miró, son dos patios los que organizan el edificio) que mencionaba Joan Vitòria como esencial en la arquitectura de Sert. El patio «es el vacío alrededor del cual se organiza todo el edificio y, al mismo tiempo, provee de luz a los espacios expositivos que lo circundan. De esta forma, es precisamente al entorno del patio donde se desarrolla el itinerario expositivo a la manera de promenade architecturale».
Y en medio del patio, marcando el paso del tiempo, un olivo, símbolo de enraizamiento, de Mediterráneo. Tiempo y espacio, condensados, abiertos a que generación tras generación deambulemos, saboreando. ¿Acaso no era eso trascender?
*Para saber más:
Recuperamos el luminoso documental sobre Sert que los esenciales de Imprescindibles, en La2, emitieron el pasado 12 de marzo: Josep Lluis Sert. Un sueño nómada, de Pablo Bujosa.